Tu dignidad vale lo que luches por ella

La dignidad es una cualidad que poseemos todas las personas. Es algo que nos pueden intentar negar, robar, corromper o prohibir, pero es algo que no nos pueden quitar. Únicamente perdemos nuestra dignidad cuando nosotros mismos renunciamos a ella.

La dignidad es inherentes a todos los individuos. Es lo que nos da honor, orgullo, amor propio o autoestima. Es todo eso y no es nada de eso. Es, en definitiva, lo que nos hace humanos y sobre lo que se sostiene nuestra sociedad.

Sin embargo, la dignidad, aunque innata, es un principio más. Su prioridad e importancia depende de cada persona. Habrá quienes antepongan otros valores diferentes, como pueden ser la familia, la subsistencia o el dinero. La dignidad no es necesaria para sobrevivir. En este momento hay millones de personas en este país que carecen de una vivienda digna, de un trabajo digno, de una vida digna. No tienen presente digno ni vislumbran un futuro digno.


Por eso, cada vez que te rebajas y aceptas pasar por el aro, cada vez que agachas la cabeza y obedeces, cada vez que te resignas y asumes tu papel en la sociedad, cada vez que te callas y no protestas, cada vez que aceptas un empleo en condiciones miserables pensando que si no lo haces tú lo hará otro, cada vez que sales huyendo en vez de plantar cara, estarán pisoteando tu dignidad.


No digo que no existan motivos para que una persona se deje avasallar, ningunear y despreciar, ni que estas razones no sean válidas. Pero no son dignas, porque están movidas por el miedo. La dignidad no entiende de vida, de familia o de dinero. Sin dignidad nos vemos reducidos a animales, a autómatas, a esclavos.

Los campos de concentración no arrebatan la dignidad a las personas que son encerrados en ellos, sino que son las personas las que aceptan renunciar a su dignidad para sobrevivir. Los que no obedecen, los que no aceptan su situación y se alzan, son inmediatamente eliminados. Algunos prefieren morir con dignidad a vivir sin ella. Algunos prefieren vivir sin dignidad, por miedo, e intentar recuperarla. 


De la misma que no se puede medir la humanidad del ser humano en situaciones inhumanas, tampoco se puede medir la dignidad de un ser humano en condiciones indignas. Sin trabajo, sin posibilidad de un contrato digno, con el miedo al desahucio, a los cortes de luz y gas, al futuro. No digo que no sea injusto, pero no es una manera digna de vivir, ni de morir.

Tu dignidad vale lo que luches por ella. Y nada más.


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