Un año de indignación
Todo empezó hace poco más de un año, tal vez un 20 de noviembre en el que las mentiras electorales se expandieron como el virus del miedo entre una población cada vez más desesperada. Una población que, cansada y estafada por un supuesto gobierno de izquierdas vendido a las exigencias europeas, buscaba un cambio. Y cerca de un 40% optó por la vía fácil.
Normalmente la vía fácil suele tener trampa. Y la trampa no pudo haber sido más sencilla: mentir. Todo el programa electoral del supuesto gobierno de centro derecha era una absoluta mentira. Mentir para ascender al poder, obtener mayoría absoluta y después actuar libre de trabas para terraformar este país de gente estafada.
Ahora vivimos en un país en el que no pintamos nada. Ni siquiera la gente que se identifica con el gobierno mentiroso y ladrón pinta nada. Ahora solo somos simples números, hasta dentro de otros casi tres años. Habrá una nueva campaña de mentiras electorales en la que nos venderán la triste ilusión de que somos parte esencial del funcionamiento del sistema. Nos venderán la ilusión de poder cambiar las cosas. Lo único que ellos necesitan es nuestro dinero, nuestros impuestos, nuestro trabajo, nuestro futuro. Nuestra obediencia.
Este país ya no hay quien lo arregle. La Constitución es la mayor trampa de todas. En ella está escrito de manera implícita que los políticos están por encima de la ley. Así es el sistema en el que vivimos. Un sistema en el que unos pocos se perpetúan en el poder, robando, engañando, estafando, mintiendo, prevaricando y arruinando a los españoles con la pobre excusa de que la Constitución es nuestra Carta Magna, que solo se puede nombrar pero nunca modificar. Que sin ella no tendríamos nada. Y mientras, este supuesto gobierno liberal no es más que el esclavo de los dictados de los especuladores y de las directrices de un país que dicen es la panacea pero cuya mierda huele igual o peor que la nuestra. Lean a Günter Wallraf si no me creen, lean. Nuestros jóvenes y nuestro futuro emigran a Alemania y Europa del Norte, pero dentro de unos años serán expulsados como apestosos ladrones.
Me río de los pobres defensores del sistema. De los que dicen que lo que tenemos es lo mejor que hay. Tal vez hayan leído muy poco, o tengan muy poca memoria. O, simplemente, están carentes de imaginación. ¿El sistema en el que vivimos es bueno? No. ¿El sistema en el que vivimos es el mejor que hay? No. ¿El sistema en el que vivimos es el mejor que puede existir? Ni de lejos.
La gente se aferra al pasado, a lo conocido, por miedo al futuro y a los cambios. Todos lo hacemos en mayor o menor medida. Pero llega un momento de inflexión en que el miedo es mucho menor que las ganas de cambio. Porque el sistema en el que vivimos está podrido y ahora todo el mundo ha podido verlo. El capitalismo es un sistema sin sentido que ya ha aportado su grano de arena a la Historia. La "democracia" es una sistema caduco que solo juega con la ilusión de la gente. Todos los partidos políticos defienden únicamente su base de poder y sus intereses, sin preocuparse lo más mínimo de la gente a la que supuestamente representan.
El poder arrastra a la corrupción. ¿El poder, o el dinero? Ahí es donde se confunden las brumas del sistema. Tanto tienes, tanto vales. ¿De verdad el sistema es bueno? ¿De verdad el sistema es justo? Qué triste es comprobar que la juventud está tan integrada en este sistema basura que estaría dispuesta a morir defendiéndolo. Qué triste es ver que la gente se queja por las huelgas y no se pregunta el motivo de las mismas. Qué triste es constatar que a la gente no le importan sus derechos, sino únicamente sus deberes. Y lo peor de todo es que sacrifican sus derechos públicos a cambio de cumplir sus deberes privados. Es ilógico e irracional. Me produce repugnancia y tristeza.
Este problema ya no tiene solución. Es como una bola de nieve que rueda pendiente abajo desde la más alta montaña. Solo se detendrá al chocar contra algo aún más fuerte, y personas saldrán despedidas, desmembradas, abrumadas o, simplemente, muertas. Este sistema que crea esclavos programados para dar las gracias por tener un trabajo. Este sistema que crea necesidades ficticias en vez de satisfaces las existentes. Este sistema en el que la dignidad y el futuro no valen nada si no son rentables. Este sistema en el que si te pones enfermo despídete de la vida. Este sistema en el que el dinero manda por encima de los intereses generales. Este sistema en el que las mentiras y la manipulación están por encima de la verdad y de la justicia. Este sistema donde se persigue a las personas desempleadas como si fueran criminales y se premia a los especuladores que los envían a esa situación. Este es el sistema en el que vivimos y el sistema que la gran mayoría defiende.
Un año de indignación. Y los que quedan.
Mucho nos vamos a tener que indignar, mi amor... pero mucho mucho.
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