Vender humo

Siguiendo con la misma línea de pensamiento que mi entrada anterior Insatisfechos, nos olvidamos de uno de los grandes consumidores del capitalismo: las empresas. Las empresas tienen necesidad de generar y de vender, pero también una gran necesidad de consumir. Pero es mucho más difícil hacer sentir insatisfecha a una empresa, ya que no es un ente, un individuo, sino un conglomerado impersonal y de comportamiento no uniforme.

Entonces, ¿qué puede necesitar una empresa? En realidad no se diferencia tanto de una persona. La empresa siempre tendrá necesidad de parecer mejor, más confiable, más seria, más comprometida con el medio ambiente, más social, más fuerte, más eficiente... en resumen, necesita tener una mejor imagen de sí misma.


Ahí es donde entra el gran producto de intercambio de las empresas capitalistas: el humo. Es decir, la nada. La gran mierda. La moto. El humo es lo que todas las empresas quieren vender. El humo es lo que ninguna empresa quiere comprar pero todas compran al final. Porque sin humo se acaba el negocio, el chiringuito, la rueda del capitalismo. Quien humo vende humo compra. Es lo justo, el equilibrio que nunca busca el capitalismo pero que necesita para no desintegrarse a sí mismo.

Cada vez que veas una reunión en el trabajo con un cliente: humo. Cada vez que veas una noticia sobre los beneficios de invertir en algo: humo. Cada vez que un banco trate de colocarte un producto de manera insistente: humo. Cada vez que un colega venga a hablar de un negocio: humo. Cada vez que te inviten a una conferencia o un congreso: humo. Cada vez que la empresa te hable de resultados y dividendos: humo. Cada vez que compras algo que te chirría nada más pagar: humo.


Todos sabemos lo que es el humo, porque todos hemos tratado de venderlo y todos lo hemos acabado comprando. A nivel personal puede ser un Máster, un curso, unas ruedas para el coche, una sesión de reiki o un tratamiento de hidroterapia. A nivel empresarial puede ser un curso de coaching, un software maravilloso que va a mejorar la productividad de tus empleados o un hilo musical.

Lo importante es que la rueda siga girando. O que el bosque siga ardiendo. No vaya a ser que deje de haber humo.


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