Somos árboles

Las plantas son seres extraordinarios, con una capacidad de adaptación, una aptitud innata para la supervivencia y una inteligencia genética superior a la de muchos animales. La mayoría de las plantas que tenemos en nuestras casas no mueren porque las cuidemos, sino por su gran talento para adaptarse a los cambios ambientales y los errores que cometemos al regarlas y abonarlas.

Los seres humanos son, sin duda, los seres vivos más adaptativos que existen, llegando a colonizar todos los ambientes y territorios del globo, algo que ninguna otra especie ha conseguido. Y, en cierto modo, son como árboles.


Los árboles crecen en dos direcciones: por las raíces y por las ramas. Ambas partes han de estar equilibradas. Si impides que las raíces se desarrollen (por ejemplo, poniéndolos en una maceta muy pequeña, como los bonsáis) solo podrá crecer hasta cierto punto, ya que sus raíces no podrán soportar una estructura aérea demasiado desarrollada. Si lo dejas crecer salvaje, sus ramas crecerán de manera caótica en múltiples direcciones y algunas se pudrirán, cogerán enfermedades o se acrecentarán tanto que no permitirán el crecimiento en otras direcciones.


Los seres humanos nacen, crecen, se desarrollan y mueren. En muchos aspectos la vida (o el alma) humana se puede asemejar a la de una planta o un árbol.

Si limitas su crecimiento, apenas podrán crecer. Si no les das a tus raíces formación, conocimiento y nuevos horizontes acabarás creando una maceta alrededor que impida entrar nada que tú no quieras; pero también puedes plantarlo en una tierra fértil que te pemita alcanzar todo tu potencial.


Si no los podas, algunas ramas pueden enfermar, o crecer en direcciones absurdas, chupando tantos nutrientes de ti que no te deje crecer en otras direcciones; pero también puedes cortar las ramas podridas, podar la parte superior para crecer lateralmente o introducir un esqueje nuevo que gener una nueva rama.

Si no les das luz, acabarán muriendo. Ya que la luz, la energía, el cielo y la magia son elementos indispensables para la libertad del ser humano. Un alma enjaulada es un alma enferma y acabará agostando el cuerpo al que se encuentra aferrada.

Por eso somos árboles. Porque tenemos el potencial de crecer indefinidamente. Pero también somos humanos, y podemos cuidar el árbol de manera que siempre crezca sano, fuerte, libre y en constante evolución.



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