La semilla de la duda

Una semilla se siembra. No siempre germina. Si germina, no siempre crece y sobrevive. Cuando tienes un puñado de semillas en la mano y no sabes qué es lo que estás sembrando, tampoco sabes qué es lo que puedes recoger.

Algo así está pasando en nuestro país. Hay semillas plantadas por todas partes. Semillas que nadie sabe de dónde han salido. Semillas que nadie sabe qué frutos pueden dar. Pero hay una que ya ha germinado y está creciendo: la semilla de la duda.


La duda provoca que nos planteemos las cosas. ¿Estamos actuando adecuadamente? ¿Hacemos lo correcto? Tal vez sea nuestra conciencia o nuestro sentido de la supervivencia. O la decisión que tomamos en una fracción de segundo. Si la duda permanece, puede originar incertidumbre. Si  la incertidumbre se extiende, se produce el miedo. El miedo es el virus que más rápido se propaga, originando el pánico. El pánico generalizado conduce al caos y la violencia.

El miedo es una herramienta muy poderosa. Permite asaltar fortines, destruir sueños y manipular los acontecimientos. El miedo es el arma que esgrime el gobierno y con la que nos apunta a la cabeza en cada instante de nuestras vidas. Miedo a las enfermedades. Miedo al paro. Miedo a la cárcel. Miedo a la exclusión social. Miedo a lo desconocido. Como si fuera una pistola, apunta en una dirección determinada cada vez y dispara la munición adecuada a cada situación.


Cuando la duda germina, el gobierno esgrime el miedo para controlar el devenir. Para controlar la opinión y predecir el futuro de los acontecimientos. Dirige la atención y confunde el objetivo de la masa. Una masa es tan estúpida como el más estúpido de sus miembros. Una masa es tan cobarde como el más cobarde de sus miembros. Esa es la ventaja, o desventaja, de las grandes masas. Son manipulables, dirigibles y predecibles.

Pero a veces una duda surge en una masa y no hay miedo que la pueda arrancar de las mentes. Cuando nace la duda puede crecer hasta convertirse en un árbol imposible de talar e imposible de quemar. Si esa duda crece y se propaga, aumenta la incertidumbre. Luego llega el miedo. Y el pánico. Y el caos. El poder quiere evitar siempre el caos, ama el orden. El orden es manipulable, dirigible y predecible. La incertidumbre no lo es. El miedo menos. El pánico menos aún. La desesperación, la locura, la angustia, la impotencia... son sensaciones que aterran a aquellos que esgrime el miedo como arma. Porque un arma puede usarse en dos direcciones. Y lo que más teme alguien que ha creado algo poderoso es que ese algo se utilice contra aquel que lo creó. Probar de su propia medicina conociendo de sobra los resultados. El miedo que alimenta al miedo.

Una sensación de duda se está extendiendo lenta pero implacablemente. Tenemos la certeza de estar en un pozo pero la duda de que podamos salir de él es cada vez mayor. La indignación crece de manera imparable entre la población, que ve cómo se le exigen sacrificios mientras el gobierno les roba y les miente en la puta cara. Llega un momento en el que la desesperanza se impone al miedo, en el que la certeza se impone a la incertidumbre. Cuando el miedo ya no nos afecta a nosotros, es cuando cambia de bando. Es cuando se genera el pánico. Es cuando llega el caos.

El motor de esta sociedad que hemos creado y en la que vivimos no es la solidaridad, sino el miedo. Y eso es muy triste. Muy triste. Pero el miedo funciona en ambas direcciones. Y yo ya he llegado a una calle sin salida. Yo ya no tengo dudas. Ni incertidumbre. Ni miedo. Tengo la absoluta seguridad de que no tenemos mucho más que perder. En cambio, tenemos mucho que ganar

Y plantaré las dudas que sea necesario. ¿Me ayudas a regar?


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