El precio de la sangre
Otro 6 de agosto. No me gusta faltar a mi cita con este día que, siendo parte de la Historia, creo que ya forma parte de mi rutina de escritura.
Es difícil escribir cada año una entrada sobre la guerra, intentando ser original, repensando, dándole una vuelta de tuerca al tema. Es difícil porque la muerte es una parte integral de vida, no puede existir una sin la otra. Es difícil porque es complicado explicar la guerra.
Siempre he sido de la opinión de que el ser humano es egoísta por naturaleza, y en su egoísmo busca expandirse y establecer su criterio y su dominio sobre los demás. De ahí nacen las guerras, cuando un dominio confluye sobre el otro, cuando un territorio o una manera de pensar se enfrentan para someter al otro.
No quiero hablar del origen de la guerra, sino de sus consecuencias. Porque son terribles, duraderas, dolorosas y tristes. El precio de la guerra es la sangre. ¿Cuál es el precio de la sangre? ¿Cuánto vale la sangre de un niño, de un adulto, de un anciano? Esa es una de las cosas más escalofriantes de la guerra, que a todos nos iguala y nos convierte en nada. Nuestra vida no vale nada. Nuestra sangre no vale nada.
El 6 de agosto de 1945 se acabó, de manera prácticamente instantánea, con la vida de más de 100.000 personas. Sin derramar una gota de sangre. Simplemente apretando un botón. Seguramente la sangre de más de una persona se evaporó debido al calor de la bomba. Sin ningún valor. Convirtiéndose en sombras. Convirtiéndose en nada.
Por eso pido cada 6 de agosto, que reflexionemos sobre el horror de la guerra, si es que acaso vale la pena. Y ya no hablo de la guerra entre naciones, del conflicto militar. Hablo de la guerra económica que empobrece a más de la mitad de la población mundial. Hablo de la guerra ideológica entre personas que tienen opiniones diferentes. Hablo de las guerras que luchamos día a día, con nuestros compañeros, por un mísero euro de más. En todas esas guerras nuestra vida no vale nada, nuestra sangre no vale nada.
No More Hiroshimas. No más guerras. No más conflictos. Subamos el precio de la sangre.
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