Libre colaboración
Vivimos en un mundo donde el capitalismo ha llegado casi al borde y amenaza con rebosar el sistema. No hay cuchara de madera que poner sobre la olla para evitar que el agua hirviendo se derrame sobre la cocina. El Tratadode Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE) regula la política de competencia en
el mercado interior en sus artículos 101 a 109, que prohíben los acuerdos entre
empresas que sean contrarios a la libre competencia. Entonces... ¿sólo se pueden crear acuerdos que fomenten la competencia? ¿No existe otra forma de generar riqueza y progreso?
¿No se tarda menos en resolver un puzzle entre dos personas que comparten sus hallazgos? ¿No se tarda menos en recoger el producto de un campo entre dos personas que complementan su trabajo? ¿No se tarda menos en constuir un negocio entre personas que colaboran entre ellas?
El problema, como siempre, es que colaborar implica compartir. Compartir riesgos, pero también beneficios y reconocimiento. Y en esta sociedad egoísta que hemos ido construyendo con el paso de los años la derrota está muy mal vista, pero peor visto está el parecer que tú solo no puedes llegar a ningún sitio, que necesitas ayuda y que compartes el mérito.
Colaborar es un tabú, un estigma, una deshonra. Solo competir es signo de victoria, éxito, gloria y fama. Aunque por el camino nos perdamos a nosotros mismos y nuestra humanidad. Pero tenemos que romper con ello, romper el modelo, romper el círculo vicioso de consumo y desangramiento. Sólo juntos podemos hacer del mundo un lugar mejor.
No nos engañemos. Reconozcamos que el grado de conciencia social, solidaria, de clase, se ha reducido. Eso es todo un mérito del capitalismo. Y alguna culpa tendremos en ello.
Así que hago un llamamiento a la libre colaboración. Dejemos la competencia a un lado. Dejemos los beneficios, la rentabilidad, los dividendos y las ganancias a un lado. Porque no hay mayor beneficio que el compartir nuestra vida con los que tenemos a nuestro lado. Porque hay cosas que, por mucho que se empeñen, nunca podrán comprarse con dinero.
¿No se tarda menos en resolver un puzzle entre dos personas que comparten sus hallazgos? ¿No se tarda menos en recoger el producto de un campo entre dos personas que complementan su trabajo? ¿No se tarda menos en constuir un negocio entre personas que colaboran entre ellas?
El problema, como siempre, es que colaborar implica compartir. Compartir riesgos, pero también beneficios y reconocimiento. Y en esta sociedad egoísta que hemos ido construyendo con el paso de los años la derrota está muy mal vista, pero peor visto está el parecer que tú solo no puedes llegar a ningún sitio, que necesitas ayuda y que compartes el mérito.
Colaborar es un tabú, un estigma, una deshonra. Solo competir es signo de victoria, éxito, gloria y fama. Aunque por el camino nos perdamos a nosotros mismos y nuestra humanidad. Pero tenemos que romper con ello, romper el modelo, romper el círculo vicioso de consumo y desangramiento. Sólo juntos podemos hacer del mundo un lugar mejor.
No nos engañemos. Reconozcamos que el grado de conciencia social, solidaria, de clase, se ha reducido. Eso es todo un mérito del capitalismo. Y alguna culpa tendremos en ello.
Así que hago un llamamiento a la libre colaboración. Dejemos la competencia a un lado. Dejemos los beneficios, la rentabilidad, los dividendos y las ganancias a un lado. Porque no hay mayor beneficio que el compartir nuestra vida con los que tenemos a nuestro lado. Porque hay cosas que, por mucho que se empeñen, nunca podrán comprarse con dinero.
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