La enfermedad de no escribir

No entiendo por qué no escribo. En realidad lo sé, pero me lo niego. Y no es que me lo niegue, es que no saco tiempo. Sólo tengo excusas. La excusa de no escribir.

Solo tengo que imaginarme escribiendo para sentirme bien. Y hacerlo para sentirme mejor. Es como una droga. Es como una enfermedad. La enfermedad de no escribir.

Ni siquiera necesito que las palabras tengan sentido. Pero la tienen. La tienen en mi memoria, en mi futuro, en mis sueños, en mis ideas. En mi presente, si es que existe un presente. Porque si no existe un presente, siempre quedarán las palabras que demuestren que hubo un pasado.

A veces me leo y me enfado. Me enfado por no escribir más a menudo. Por no sacar el tiempo necesario. Por leer tanto y escribir tan poco. Me pone enfermo. Me pone enfermo el no escribir. A veces me siento un genio. A veces me siento un loco. Y a veces me siento un idiota.

Mis palabras son mías. Supongo que nadie me preguntará por ellas. Supongo que nadie se preocupará por ellas. Pero me gustaría dejarlas, algún día, de alguna manera, y para alguien. No creo que nadie escriba para nadie más que para sí mismo. Porque si uno no escribe, se muere.

La muerte solo es un concepto del que se puede escribir mucho. Igual que de la vida. Igual que de cualquier cosa. Las palabras no son sino la materialización de lo que ronda nuestra mente, nuestra lengua, nuestro corazón y nuestros dedos. Y es a través de ellos que damos forma a la palabra. Pero la palabra, si no se atrapa, si no se escribe, se termina olvidando.

La palabra que no se escribe se pierde entre infinidad de otras muchas que nos rondan cada parte del ser. Porque es una enfermedad. Si no las sacas, te acaban pudriendo, te acaban matando. Y si no las atrapas, las dejas libres para que crezcan y se esparzan, o se pierdan y se extingan. Aunque casi siempre acaban volviendo.

No soy de hacer muchos propósitos. Cada cosa tiene un momento y un lugar. Es el momento de volver. Es el lugar de volver. Mi lugar. Mi momento. Mi enfermedad. Mi cura. Nunca debo dejar de escribir.



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