Banalizando la guerra

Hace ya bastantes semanas saltaba la noticia del asesinato de un general iraní por parte de EEUU. Para mayor escándalo, en suelo irakí. Enseguida twitter se llenó de comentarios y chistes, memes y hastags sobre una posible tercera guerra mundial. Hasta este punto hemos llegado de banalidad, en la que una guerra mundial nos produce risa.

No digo que no haya que tomarse las cosas con humor, nada más lejos de mi forma de ser. Pero hablar con frivolidad de un tema tan serio como es la guerra, que sigue arrasando países enteros cuyos nombres hemos olvidado ya, que provocó y todavía provoca éxodos masivos, me lleva a preguntarme qué clase de sociedad somos ahora.


Quizá es que carezcamos de memoria. Igual que ya no recordamos que una guerra civil en este país obligó a una gran parte de la sociedad a emigrar, ocultarse o morir, mientras rechazamos a personas que huyen de sus países en guerra. Igual que ya no recordamos que una guerra mundial obligó a todo un sector poblacional, identificado únicamente por su religión, a cruzar el océano en busca de simplemente una oportunidad de no morir, mientras impedimos que barcos repletos de gente que no tiene nada atraquen en un puerto. Igual que ya no recordamos las eternas guerras en Palestina, en el Congo, en Birmania, en el Sáhara occidental, en Sudán, en Siria... mientras nosotros nos reímos de la muerte de cientos de miles de personas.


Quizá es que la repetición de los mismos nombres y los mismos conflictos nos hacen menos sensibles, menos permeables, impresionables, menos perceptivos, menos empáticos. Quizá sea la distancia variable, en función de los intereses, en este mundo cada vez más globalizados, donde todo puede estar todo lo cerca o todo lo lejos que se desee. Quizá es que nos hayamos vuelto selectivos, cómodos, acomplejados.

O quizá es que solo lo llamemos guerra mundial cuando muera gente blanca.


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