Lo que inspira la felicidad

La tristeza es, sin duda, la principal fuente de mi inspiración. Cuando estoy feliz, o tranquilo, o me siento equilibrado y en paz, no siento el deseo de escribir. Sin embargo la tristeza, la melancolía, la soledad, la culpa, la ira, el rencor... me impulsan a escribir, a dejar marcadas en palabras todas esas emociones que me parecen tan destructivas y negativas. Escribir me alivia. Me ayuda a depurar y a expulsar los malos sentimientos. Me permite pensar, repensar, describir o darle forma a las bolas que se me forman en el pecho, en el estómago, en el corazón o en la garganta. Mis dedos, como hábiles artesanos, deshacen esos nudos y dejan fluir hacia el exterior todos los malos pensamientos.


Por eso cuando estoy feliz me cuesta tanto escribir. Necesito un momento de furia o de tristeza para sentarme y coger el boli y escribir un nuevo poema, o para sentarme frente al ordenador y teclear hasta quedarme sin ideas. Supongo que hay gente que prefiere subir al monte, agotarse y gritar. Para mí escribir es igual de liberador, pero conlleva un esfuerzo (físico) menor. 

Yo cuando me releeo soy capaz de distinguir mis momentos de inspiración. Y mis momentos de tristeza. Y de distinguir mi verdadero genio entre un montón de emociones complejas. Pero eso es porque yo me conozco. Y como me conozco, sé que este no es el texto más inspirado que haya escrito en mucho tiempo, pero eso tiene que ver con el momento de mi vida en el que me encuentro.

¿Felicidad o inspiración? ¿De verdad es necesario elegir?


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