Una oportunidad

Vivimos en un mundo donde parece que el pastel ya está repartido. Que, según nacemos, nos asignan un rol, un puesto, un cometido, y que no se puede salir de él. En tu familia, en tu trabajo, entre tus amigos, en tus relaciones personales... somos etiquetados desde un primer instante, y difícilmente podemos librarnos de ese sello a lo largo de nuestra vida: el rebelde, el gracioso, el caradura, el depresivo, el enamoradizo, el pardillo...

A veces siento que simplemente somos actores de una función con un guión impuesto y que nuestro papel es inamovible. Es posible que el actor principal enferme o se vaya de farra y a ti te dejen ensayar su papel durante su ausencia, pero en el fondo sabes que jamás podrás sustituirle en la función de verdad.


¿Cómo quitarnos el sambenito? ¿Cómo borrar el código de barras que llevamos impreso en la frente? ¿Cómo cambiar nuestro papel en esta absurda representación que es la vida? Lo único que necesita la mayoría de la gente es una oportunidad, una chance, una ocasión de demostrar que somos únicos, sí, pero que a la vez somos imprevisibles. Lo único que necesitamos es que alguien nos brinde una oportunidad y crea en ella igual que creemos nosotros.

Tristemente, el mundo está exiguo de oportunidades. Nadie se quiere arriesgar por nadie. Nadie tiene fe en los demás. Nadie lucha por nadie. Nadie le brinda una oportunidad a otra persona.


¿Te imaginas cómo sería el mundo si nos dieran la oportunidad de cambiar, reinverntarnos, evolucionar, transformarnos, innovar, diversificarnos, renovar o reformarnos siempre que quisíeramos?
Seguramente el mundo cambiaría en consecuencia y sería un lugar mucho más rico, más abundante, más feliz, más plural y más próspero.

Dale una oportunidad. Date una oportunidad.

 

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