La simple verdad

Muchas veces solo queremos la simple verdad. Nada más y nada menos. La pura y simple verdad.

Pero la verdad absoluta no existe. La verdad depende de nuestras experiencias, de nuestras expectativas, de nuestras circunstancias, de nuestros estímulos, de nuestros apetitos, de nuestros sueños, de nuestra angustia.

La verdad también tiene un componente físico y depende de nuestros ojos, de nuestros oídos, de nuestra piel, de nuestra nariz, de nuestro equilibrio.

Pero la verdad no es inalienable e inamovible, ya que cambia, evoluciona y se transforma. La verdad depende del canal de noticias que veas, del grupo de gente con el que te juntes, de los filósofos que leas, de la música que escuches, de las drogas que consumas.

La verdad no es obvia. La verdad se oculta, y se disimula. La verdad puede fabricarse. La verdad no tiene aliados ni toma partido. La verdad no siempre es fácil de aceptar. La verdad puede doler. La verdad no está escrita. La verdad se puede comprar, y se puede vender.

Así que no, la verdad no es simple, sino todo lo contrario. Y la verdad no es absoluta, sino que está llena de mentiras.


La verdad es que la verdad tiene poco de verdad, y eso sí es una gran verdad.

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