Los límites del humor

Seamos francos: la libertad, como tal, no existe en ningún ámbito de la vida. Estamos sujetos por leyes, reglamentos, costumbres, principios del ordenamiento jurídico y jurisprudencia. Todo eso nos ata, nos condiciona y nos limita.

Nuestra Constitución regula muchas de nuestras (no) libertades. En teoría, tenemos derecho a la (no) libertad de expresión. A la (no) libertad de asociación. A la (no) libertad de sindicación. A lo sumo, podríamos hablar de libertad de ideología o religión. Aunque ahí entraríamos en el terreno de la costumbre.

Divago. La (no) libertad de expresión se ve coartada día sí y día también. El motivo es que alguien se puede sentir ofendido. ¿Pero qué sentido tendría entonces si no ofendiera a nadie? El lenguaje es una cosa viva que evoluciona, se transforma y se adapta al momento en el que existe, mucho más rápido que los seres humanos. Es lógico que pueda ofender y, si no lo hiciera, entonces sí que sería un motivo de preocupación.


Dentro de ese gran saco que es la (no) libertad de expresión, últimamente se puede hablar del humor. Revistas satíricas y representaciones treatrales se han visto atacadas por pequeños sectores con (pequeñas) mentes (no) pensantes, que se dicen abanderadas de la tolerancia y la libertad.

¡JA!

Eso sí que es un buen chiste.

El humor es un concepto abstracto que no entiende de ideologías, temáticas, razas, religiones, lugares de origen o costumbres. ¿Por qué son divertidos los chistes? Son graciosos porque tratan de manera irónica problemas que son reales. Otra cosa es que esos problemas sean motivo de risa, o no. El humor es una vía de escape para situaciones ante las que la presión nos puede, son una válvula que afloja nuestra tensión y nos libera.


Y ahí radica su verdadera importancia, en que nos liberan. Nos liberan del estrés, la tristeza, la apatía, la depresión, la angustia o la desesperación. La risa es un mecanismo que nos hace vivir más y mejor. Es otra de las herramientas que nuestro sabio cuerpo humano tiene para evitar situaciones que nos pondrían en riesgo.

¿Dónde radican los límites del humor? Si no pudiéramos hacer chistes sobre temas que a alguien le ofenden, el humor perdería su propia razón de ser. Todos seríamos personas serias, la risa moriría y nuestras vidas serían mucho más anodinas y, presumiblemente, cortas. Y, como suelo decir siempre, si alguien se ofende es porque tiene algún problema.

No deberían existir límites al humor, la risa o el ingenio. Nunca. El lenguaje ofende. El humor ofende. La risa ofende.
Si todos supiéramos reirnos de nosotros mismos y echarnos unas risas de nuestras propias vidas todos seríamos más felices. Y, por supuesto, mucho más libres.



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