Cheques en blanco y sobres en negro

Muchas veces nos preguntamos, entre amigos,  por cuánto dinero nos venderíamos. Por cuánto te tirarías a tal o cuál político o famosillo del medio, por cuánto chuparías una polla, por cuánto te dejarías dar por el culo, por cuánto dejarías que alguien se follara a tu mujer, por cuánto te cambiarías de partido político...
Todo de manera hipotética, claro está. Pero... ¿qué pasaría si tuvieras una oferta en firme, un maletín lleno de billetes hasta arriba encima de la mesa frente a ti?


Está claro que la mayoría de nosotros aceptaríamos la oferta. Un mal rato de tu vida a cambio de tenerla (económicamente) resuelta. Ojos que no ven, corazón que no siente. Pelillos a la mar. Cualquier otro lo hubiera tomado en mi lugar. Hay mil maneras de justificarnos y de no sentirnos culpables.

A donde quiero llegar es al terreno moral. ¿Se pueden tasar los principios? ¿El hombre es corruptible por naturaleza? ¿Aceptarías mucho dinero por hacer algo horrendo? Simplemente, ¿te venderías por el precio adecuado?
No hablo ahora de corruptelas millonarias, favores sexuales o derechos transferidos. Imagínate que te pagasen una millonada por matar a un cachorro recién nacido. O por quemar todo el amazonas. O por acuchillar a un familiar. O por traicionar a tu mejor amigo.

Hay cosas que, moralmente, ni son justificables ni son tasables. Sin embargo, la sociedad de consumo y de capitalismo salvaje en la que vivimos ha convertido el dinero en el bien de primera necesidad, por encima de la comida, el agua, el descanso o la luz. Porque, sin dinero, no tenemos acceso a la comida, el agua, el descanso o la luz. Han transferido nuestras necesidades biológicas básica a un sistema perverso controlado por el dinero. Y, por la misma necesidad de satisfacer nuestra necesidad (valga la redundancia) de dinero, parece que todo es válido. El dinero es la nueva droga, la nueva exigencia, la nueva panacea y el único objetivo.


Pero hay cosas que siempre deben estar por encima del dinero: la dignidad, la vida y el futuro. No sirve de nada perder la dignidad, malgastar la vida o hipotecar el futuro a cambio de dinero, porque el dinero no te devuelve la dignidad, ni los años malgastados, ni arregla el futuro que ya has destruido.

La moral y los principios valen más que la fama y el dinero. Porque hay cosas que se pueden vender, pero que no se pueden comprar.

 

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo.
    Sólo matizaría que todos estos conceptos cambian levemente cuando hablamos de situaciones extremas en las que tu vida, o peor aún, la vida de alguien a quien amas está en riesgo... creo que entonces, si el premio más que económico hace referencia a salvar a alguien amado, la cuestión moral se complica infinitamente más que cuando hablamos de una retribución pecuniaria.
    Cuando los sentimientos más esenciales entran en juego creo que todo se llena de bruma.

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