La excusa de la pobreza energética

Estaba escuchando las noticias mientras cenaba y he escuchado una noticia. Es uno de esos momentos donde uno da un poco de rienda suelta a su imaginación, donde se le ocurren argumentos. Me ha pasado mucho en el último año, esas ideas que decía hace poco que si no se atan con palabras se las come el viento y la imaginación. A ver si esta noche consigo evitarlo.

La noticia hablaba de "pobreza energética" en España. No entraré en debates sobre la definición o interpretación de este concepto. Simplemente me imaginaba que un periodista me pidiera mi opinión sobre esto, así a "micro frío". Y me he puesto a darle vueltas a la respuesta que le daría.

Yo no sufro pobreza energética. Yo soy un privilegiado. Siempre lo he sido y siempre lo seré. Soy privilegiado porque puedo darle a un interruptor y tener luz y calor en mi casa. Soy un privilegiado porque puedo abrir un grifo y tener agua potable, y agua caliente, directamente en mi vaso. Soy un privilegiado porque cobro un sueldo que me permite pagar un techo, pagarme una comida, pagarme unos gastos fijos, pagarme mi ocio. Soy un privilegiado porque vivo en un país que no se encuentra en conflicto ni es bombardeado un día sí y otro no. Soy un privilegiado por ser varón, blanco y occidental. 

Supongo que mucha gente no se considerará privilegiada por todo esto que comento. Y suele ser porque nos cuesta compararnos con quienes menos tienen. Siempre nos gusta compararnos con quienes tienen más que nosotros, nuestros "superiores". Los ricos, los poderosos, los acomodados. La élite. Esos que tienen de todo y no se preocupan por nada. No se preocupan por el dinero que tienen en la cuenta del banco, no se preocupan de si podrán pagar sus deudas, no se preocupan de la situación del resto del mundo. Me cuesta empatizar, pero puedo creer que es algo muy humano el aspirar siempre a más.

Vivimos en un mundo "natural" regido por leyes "naturales". Y cualquiera que sepa un poco de biología, de química o de física podrá decir que el crecimiento "infinito" no es posible. De hecho, es peligroso y contraproducente. Algo que crezca indefinidamente tenderá a mutar, explotar o morir. Sin embargo, algunas leyes, o sistemas, o principios, o ideologías, o teorías humanas (llámenlo como quieran), se basan en crecer, crecer, crecer y volver a crecer. En el crecimiento infinito. Sin embargo, estas teorías, al llevarlas al terreno práctico, al terreno "natural", chocan frontalmente con las leyes "naturales". El crecimiento infinito no es posible, salvo a costa de generar un cáncer en la naturaleza, hacer estallar el planeta o matar toda la biodiversidad (incluidos nosotros, que nos sustentamos en ella).

Por eso me cuesta tanto empatizar con la idea del crecer, del querer más, del aspirar a todo, de la necesidad de acaparar más, de querer ser más, de querer tener más. Esa insatisfacción sin fin, esa emoción humana sin límite que puede crecer y crecer y crecer sin parar, choca con el mundo en el que vivimos. Y, sin embargo, ahí está, destruyendo todo equilibrio que nos pudiéramos imaginar en conseguir.

Somos unos privilegiados insatisfechos que acabarán con el mundo. La pobreza energética es simplemente una excusa para darnos cuenta de ello.

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