Cuestión de sentidos

Es curioso cómo un cuerpo se acomoda a un ritmo, a una melodía, a un compás, a una cadencia. Es curioso que nos guste el arte abstracto o que seamos capaces de construir cosas sin sentido. Es curioso que nos gusten los mismos sabores y nos desagraden los mismos olores.


Estoy pensando en los sentidos y en cómo nos ayudan a interpretar nuestro entorno. Sin entrar en debates filosóficos, es curioso que una melodía mal interpretada, un olor molesto o un sabor extraño generan respuestas similares en los seres humanos: aquello que se sale de la métrica, del equilibrio o de la proporción nos resulta extraño y desagradable. Sin embargo, no nos importa observar un cuadro sin orden ni simetría, ni tocar formas carentes de armonía y regularidad.

El oído, el gusto, el olfato... parecen destinados a disfrutar únicamente con proporciones regulares y equilibradas. La música y sus compases, la poesía y sus versos, la comida y sus especias, el perfume y sus matices... un pequeño desequilibrio en ello y nos resulta incómodo o desagradable, incluso doloroso.


Pero nuestra vista y nuestro tacto van mucho más allá y no se sienten pervertidos ante lo abstracto, lo indefinido, lo impreciso. ¿Quizás porque son sentidos más asociados a nuestra mente creativa mientras que los otros tres son sentidos más primitivos y asociados a necesidades primarias? ¿Puede ser que la vista y el tacto pueden, de alguna manera, negarse, mientras que los otros sentidos apenas si pueden evitar? ¿Existe intencionalidad en el ejercicio de los sentidos?

Como digo, no soy filósofo, ni científico. Pero sí me asombro ante las peculiaridades de la vida y me pregunto el porqué de las cosas, si es que lo hay. Porque no es lo mismo mirar que ver, ni oír que escuchar, ni comer que degustar, ni oler que notar, ni tocar que palpar. Pero eso ya es un debate para otro momento. Porque tampoco es lo mismo discutir que debatir.


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