Comodidad digital
Muchos días, mientras viajo en metro al trabajo, coincido con una chica que se baja en mi parada. Una chica que suele ir leyendo un libro. Cada semana un libro distinto. Pero un día apareció con un libro electrónico. Ese día me acerqué y le pregunté "¿Por qué un libro electrónico?" Me respondió "Porque es más cómodo". Y algo se rompió dentro de mí.
De la misma manera que el libro electrónico va reemplazando poco a poco al libro tradicional, otros dispositivos digitales van sustityendo productos analógicos. Incluso hasta convertirlos en objeto de coleccionistas. El tocadiscos, la cámara de carrete, la tele de tubo catódico...
Hoy en día, un teléfono móvil o una tablet son capaces de navegar por internet, hacer fotografías, reproducir películas, reproducir canciones, contar tus pasos, recomendarte actividades... ciertamente, es un aparato muy cómodo.
Me pregunto dónde seremos capaces de poner el límite de la comodidad, o de la utilidad, antes de renunciar a algo auténtico. Los libros son auténticos. Los vinilos son auténticos. Los negativos de un carrete son auténticos. Hasta la película de 8mm es auténtica. Sin embargo, lo digital... solo son datos, información en forma de unos y ceros, impersonal e intangible.
¿Renunciaremos, en un futuro, a más cosas auténticas? Quizás podremos ser alimentados a base de bytes, y no tendremos que comer ni beber sustancias físicas. Quizás podremos tener relaciones digitales gracias a la realidad virtual, donde podamos tocar y sentir sin necesidad de movernos de nuestro sofá. Todo en aras de la comodidad. Desenchufando un botón podremos desprendernos de aquello que no nos guste, ya sean productos, alimentos o sentimientos.
Vamos prescindiendo como sociedad, poco a poco, de los placeres físicos más simples a cambio de la comodidad, la sencillez, la tranquilidad. Y renunciamos a trabajar duro, a cargar objetos pesados, a enfrentarnos a los problemas.
Y yo me pregunto... ¿hacia dónde nos conduce eso?
Voy a tocarte un poco los huevos, hombre, que veo que estás tú muy animado :P
ResponderEliminarEn primer lugar, voy a dejar clara mi postura: amo los libros. Molan, me gusta cómo huelen y adoro poseerlos.
Sin embargo, entiendo los libros físicos como un modo de transporte de datos obsoleto, al igual que nosotros somos un modo de transportar datos (te recomiendo leer «Génesis», de Bernard Beckett, tengo una copia física que puedo prestarte). El cerebro tiene bytes dentro, aunque sean bytes escritos en materia orgánica.
Los libros electrónicos son un apaño temporal para llevar información, y es posible que en 50 años alguien se plantee algo parecido a lo que dices tú. ¿Tendrán que renunciar a lo «auténtico» (los libros digitales) en favor de un implante cerebral?
Es una buena reflexión. Aunque claro, yo no pienso que los libros sean un modo de transportar "datos", sino un modo de transportar "historias". El valor intrínseco es mucho mayor. O a lo mejor es que yo soy un sentimentaloide.
EliminarEn realidad lo de los libros era una excusa para conducir la idea hacia la última reflexión: ¿seremos capaces de renunciar a otras cosas, como las relaciones físicas, por la comodidad digital?
Respondiendo a tu pregunta, ya que digo que sí. No todos, y la transición podría llevarnos siglos. Pero es muy improbable que las relaciones humanas sigan como hasta ahora. Creo que a día de hoy gran parte de la juventud ha mantenido relaciones a distancia o ha conocido a alguien gracias a Internet. Es muy posible que pronto se convierta en el mejor modo de encontrarse, y eso implica distancia. Con un mundo cada vez más angloparlante, la posibilidad de localizar a tu media naranja a menos de 50 km de tu casa... pffff, es de risa. De modo que no descarto que en unas décadas la presión social se mueva a que las marcas empiecen a diseñar y fabricar nuevos modos de comunicación a distancia.
EliminarEs un tema apasionante =)