Al desnudo
Es curioso cómo el ideal del atractivo varía con el tiempo y la época, y que muchas veces lo atractivo no solo se basa en el aspecto físico. En una sociedad cada vez más materialista y cada vez más preocupada por el físico, muchas veces nos olvidamos de los verdaderos atractivos.
Y es que lo erótico ha pasado de la exuberancia física de las venus prehistóricas y las nobles renacentistas a la delgadez exagerada de las modelos de hoy en día. Ha pasado por el liguero que apenas se adivinaba por debajo de una larga falda, los tacones de punta y los bikinis. Ha pasado de la sofisticación del mecer en alto unas piernas cruzadas a cubrir cada vez menos los núbiles cuerpos que se desplazan con muecas de indiferencia sobre una pasarela. Hasta, finalmente, llegar al nivel de desnudez física absoluta, donde ya no hay nada más que mostrar.
Hemos llegado a un punto en el que ya lo hemos visto todo y ya nada nos sorprende. Curiosamente, debido a ello cada vez es más difícil encontrar nuevos estímulos eróticos, es más complicado encontrarle el atractivo a las cosas y, por ende, a las personas. Cuando ya lo has visto todo, no hay lugar para la sorpresa. Por eso una mujer semidesnuda y sugerente es mucho más erótica que una mujer completamente desnuda. El misterio, el secreto, es eso que tanto nos atrae. Pero los cuerpos desnudos inundan, cada día más, las fachadas de los edificios y las pantallas de televisión.
¿Dónde encontrar el atractivo, la sensualidad, en este mundo en el que ya lo hemos visto todo? ¿En el que el desnudo es el denominador común y lo físico el objetivo a lograr? Pues precisamente en eso que no se ve y en eso que no se puede tocar. Porque todo el mundo se puede abrir de piernas, pero no todos se abren de mente, de alma o de corazón. Cuando ya lo hemos tocado todo, siempre queda algo oculto, un misterio, un enigma que descubrir. Cuando ya has desnudado el cuerpo de tu pareja aún te queda lo más importante: dejar al desnudo todo lo demás.
"Desnudar tu mente, enamorarme de tus ideas."
Y es que las ideas, los valores y las inquietudes pueden ser tan eróticas, o más, que el físico de una persona. Y es que las palabras pueden provocar sensaciones que unas manos no. Y es que el cerebro puede ser lo más atractivo de una persona. Y es que el físico, a fin de cuentas, es algo caduco y cuyos patrones van cambiando con los años y las épocas. Sin embargo, las cosas inmateriales son atemporales y permanecen en nuestra memoria, y en nuestros sueños húmedos, cuando todo lo demás se ha ido.
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