Una vida de película
La única forma de llevar a la gran pantalla una novela (u otro tipo de relato) de argumento complejo es simplificando el argumento. Sacando las tijeras de recortar. Suprimiendo partes aparentemente irrelevantes. ¿Y qué tenemos como resultado? Una insulsa y muchas veces incomprensible historia y unos personajes estereotipados y prácticamente sin ningún tipo de desarrollo.
La sociedad de consumo actual nos influye de tal manera que convierte nuestras vidas en una película y a las personas en meros actores. El guión es un recorte de una novela apasionante que nuestro abuelos llamaban existencia, algo que ahora ocupa apenas unos cientos de páginas y dos horas de metraje de mala calidad. El guionista de turno ha adaptado nuestra vida a una aburrida narración de sucesos sin sentido y lleno de personajes planos.
Hemos adaptado nuestro ritmo de vida a esta perversión del séptimo arte, donde todo sucede deprisa y las explicaciones brillan por su ausencia. Presentación, nudo y desenlace no tienen por qué presentarse en dicho orden, y eso es ahora extrapolable a nuestra vida. Ya somos capaces de conocer el desenlace sin haber conocido la presentación. El nudo es a veces tan gordiano que no hay espada que pueda cortarlo.
Trabajos de película. Amistades de películas. Relaciones sexuales de película. Vida familiar de película. Accidentes de película. Noticias de película. Vivimos en un bucle constante de información sesgada que convierte todo a nuestro alrededor en burdos escenarios, actores secundarios y líneas de diálogo de esa película sin argumento que llamamos vida. ¿Cuánto dura nuestro interés en el mundo exterior? ¿Cinco, diez minutos? ¿Si acaso un par de horas? Y nosotros... ¿cuánto interés generamos en los demás? No somos más que estereotipos en la macabra obra que cada uno interpreta para un público inexistente.
Nos creemos estrellas de cine, llevando a cabo una actuación digna de un premio Oscar. Pero no hay público. Nadie nos mira. Nadie nos ve. Somos el centro de atención de un teatro repleto de butacas vacías donde los únicos aplausos que escuchamos son los del eco de nuestra mente. El fondo cambia a nuestro antojo. Los personajes cambian con nuestros deseos. El argumento gira según nuestra imaginación. Y, sin embargo, el guión ya está establecido, y nada dura más que lo previamente acordado. Personas y objetos son desechados por igual cuando ya no son necesarios en el escenario.
El cine se ha colado en nuestro modo de vida y no podemos escapar de él. Alguno pensará que vive en una serie de éxito, rodeado de estrellas y repleto de cameos. Pero se le olvida que no hay cliffhangers suficientes para engancharse a nada que no sea la droga y que sus spoilers no le interesan a nadie más que a él mismo.
Los créditos caen, y el abrumador sonido del silencio apaga cualquier aplauso que esperamos recibir.
No puedo dejar de adular este post tan bien escrito y tan bien concebido anexando dos ideas de forma magistral: lo superfluo de la trama del cine comercial y lo superfluo de la trama de nuestra vida.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Vaya, muchas gracias!! :)
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