La despersonificación como recurso económico
El Capitalismo es el motor que mueve el mundo... y está roto. Está roto y no hay quien lo arregle, porque nunca antes había habido necesidad de arreglarlo. Cuando una pieza fallaba, venía el mecánico chapucero de turno y hacía una pequeña ñapa para seguir adelante. Como las pequeñas chapuzas que hacemos cuando se cae una alcayata. En vez de sacarla, sellar la zona con escayola, sacar la taladradora, hacer un agujero en una zona cercana pero lo suficientemente alejada, poner un taco y luego una alcayata con rosca para evitar su caída lo que solemos hacer es clavarla un poco más profunda con un buen golpe de martillo, hasta que que la grieta es tan grande que se nos raja la pared entera. Eso mismo le ha pasado al Capitalismo, que de tantos martillazos sobre zonas ya agrietadas ha terminado por rasgar el mundo de parte a parte. Pero ahora todo está roto. El Capitalismo solo es un gran gusano que engorda devorándose a sí mismo y haciéndose cada vez más pequeño. Es una maquinaria muy mal engrasada que va soltando piezas con cada tropiezo. A cada bache se caen más tuercas, más tornillos, más muelle. La grieta crece ya sin control. El fallo catastrófico está cada vez más cerca. La grasa ya empieza a manchar los dedos de la gente que le da mal uso. El olor del aceite quemado empieza a impregnar el aire que respiramos. Los chirridos empiezan a oírse por todas partes. ¿La obsolescencia está programada también para los sistemas económicos?
Rasgado de parte a parte y no hay sastre ni costurero que lo deje como nuevo. Si acaso harán un siete, un mal zurcido para que aguante un poco más hasta que acabe de rajarse por completo. Un parche de tela en la entrepierna de unos pantalones pasados de tanto usarlos. Un día se rasgará de tal forma que sea más barato comprar uno nuevo que repararlo. Quizás el sistema económico en el que vivimos no es el Capitalismo. Lo que sí es seguro es que es un sistema basado en el consumo, en el que fomentan la compra de productos, nuevos o iguales, en vez de la reparación o reutilización de esos productos. Algo que nuestros abuelos, y algunos de nuestros padres, no pueden lograr comprender. ¿Vivíamos antes de la Dictadura en un sistema Capitalista? Sin duda, la pobreza se extendía por todas partes y los ricos exprimían a los pobres. Pero las cosas se reparaban y se seguían utilizando hasta que no había más remedio. Y eso es extensible a otros aspectos de la vida humana, como las relaciones personales. Sin embargo, ahora ya nada de eso queda. Ahora hay que desechar las cosas y sustituirlas por nuevos productos. Y eso es extensible a otros aspectos de la vida humana, como las relaciones personales. Sustituye a tus amigos por unos inexistentes, bórralos de las redes sociales y crea unos nuevos. Imagina que tienes una vida plena, inicia relaciones con otra persona y luego sustitúyela por una figura de cartón que puedas personalizar a tu medida. ¿La obsolescencia está programada también para los seres humanos?
Todo está roto ahora. Al final, todos mueren. Ésa es la moraleja de la vida. Cada uno ponemos nuestros intereses e inquietudes en unas cosas. Lo material siempre nos atraerá más que lo espiritual en gran medida por el simple hecho de que lo podemos tocar. Pero que lo podamos tocar no significa que sea real, o que lo podamos explicar. Y no significa que lo podamos usar y desechar siempre que queramos. Las cosas no se crean y se destruyen sin más. Hay un complejo proceso detrás de todo ello, un mecanismo que ahora se ha roto. ¿Qué haremos a partir de ahora? ¿Seguiremos tirando las cosas y comprando otras nuevas? ¿Seguiremos usando a las personas como si fueran objetos desechables? La despersonificación es el recurso literario más importante del Capitalismo. Un sistema económico convertido en poesía, en verso, transformando el lenguaje a su antojo y cambiando el significado de las palabras. En la sociedad en la que vivimos las palabras no valen nada y, sin embargo, parece que importan mucho. En un mundo de consumo desechable nos llenamos la boca con palabras sin ningún alcance. Lo más que logramos es modificar durante cinco minutos nuestra apacible sensación de realidad. La realidad no está hecha de cosas ni de personas ni de realidades ni de significantes ni de palabras bonitas ni de conceptos nuevos. La realidad es eso que encuentras cuando llegas a tu casa cada tarde y te cambias de ropa. La realidad es algo material que no podemos tocar y es algo espiritual que no podemos explicar. Todo está roto ahora. Todo ha perdido su significado. ¿La obsolescencia está programada también para el lenguaje?
Despersonificar hace que todo sea más sencillo. Si los desahuciados son número en lugar de personas, si los muertos en lejanas tierras son cifras y no tienen nombres y apellidos... ¿entonces qué más da todo?
ResponderEliminarNo repares nada y compra el último gadget de última generación porque sale casi igual de barato...