No te quiero como tú quieres que yo te quiera

Sé que casi todas mis entradas nacen a raíz de alguna conversación que he tenido recientemente. Para eso sirve la dialéctica, para pensar. A mí hablar me ayuda a pensar, y escribir me ayuda a entender cómo pienso. Esta entrada no es una excepción, y nace de una conversación que tuve con una amiga.

Esta amiga mía me contaba que estuvo unos meses viajando por latinoamérica y que tenía una pareja en España con la que no tenía nada definido ni nada cerrado. La cuestión es que esta amiga mía una noche de fiesta se acabó acostando con un chico allá en latinoamérica y al día siguiente se lo contó a su pareja que tenía acá y este chico no se enfadó ni se molestó. La que se molestó fue esta amiga mía porque él no se enfadó ni se molestó. Así de extraño es el amor, así de contradictorias son las relaciones humanas.


Esto me dio que pensar, claro. ¿Por qué se tiene que enfadar una persona si no tienes nada definido con ella y tú estás a medio mundo de distancia? ¿Por qué una persona se enfada si la otra persona no reacciona como ella quiere? ¿Acaso acostarse con una persona te hace replantearte toda tu relación con otra?

Son reflexiones abiertas, en voz alta, que no tienen una respuesta verdadera o una respuesta falsa. Cada uno sacará sus propias deducciones, conclusiones, respuestas. Las relaciones humanas son a veces antagónicas y muchas veces producen sufrimiento. ¿Por qué sufrimos? Esto lo dejo para otra entrada, que también da para mucho.


Mi conclusión es que cada persona es un mundo tan vasto de insatisfacción que es imposible sentirse satisfecho por una única entidad: una relación, una afición, un empleo, una posesión. Tenemos unas necesidades que cubrir, y que se pueden cubrir de muchas maneras y con muchas cosas, pero difícilmente con una sola. Y todos tenemos una manera en la que queremos ser queridos, ser amados. Esa necesidad de amor puede ser satisfecha de muchas maneras, con muchos gestos y con muchas personas. Yo le dije hace no mucho a mi pareja: "lo siento porque no te quiero como tú quieres que yo te quiera".

Si resulta que tenemos que sentir la emoción que otra persona quiere que sintamos en un momento determinado, que actuemos de determinada manera en una situación concreta, que pensemos una determinada idea en un tema preciso... entonces no sentimos, no actuamos, no pensamos como somos nosotros, sino que dejamos de ser nosotros mismos para permitir al otro hacer lo que quiera de nosotros.


Pero si dejamos de ser nosotros mismos, nos convertimos en otra cosa, en otra persona, en otra entidad. Y no se debe renunciar a la propia identidad, porque nos convertimos en seres inanes y pusilánimes. Si alguien quiere cambiar tu forma de ser, tu forma de sentir, tu forma de pensar... esa persona no te quiere, sino que quiere a una idea, a una imagen que se hace de lo que eres tú. Las decepciones son constantes en las relaciones humanas. Pero si alguien trata de cambiarte, no te valora por lo que eres, sino por lo que quiere que seas. Y eso es muy triste.

No estamos hechos para satisfacer a los demás, sino para satisfacernos a nosotros mismos. Y para ser auténticos. Si renuncias a eso, renuncias a ti. Aunque no quieras a otra persona como ella quiere que tú la quieras.


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