El día de la vergüenza

Hoy se cumplen 67 años del día de la vergüenza. Tal día como hoy, en 1945, el Enola Gay soltó una bomba nuclear llamada Little Boy sobre la ciudad de Hiroshima. Se cree que la detonación mató a más de 100.000 personas. Miles más murieron días, semanas, meses y años después.


El día de la vergüenza porque EEUU utilizó un arma nuclear. Un tipo de arma que nadie, nunca, ha vuelto a utilizar. Un arma que no sólo mata en el instante, sino que mata mucho más lentamente. Un arma que mató a personas que se encontraban a kilómetros del epicentro de la explosión muchos años después. Un arma que mató a niños nonatos en el vientre de sus madres. Un arma que mató de soledad y tristeza a miles de hibakusha.

Porque aparte de destruir, la bomba atómica creó algo. Algo aparte de muerte, dolor, sufrimiento, cáncer, mutaciones genéticas, desprendimientos de piel y lluvia radioactiva. Creó una nueva clase social en japón: los hibakusha. Unos parias dentro de la sociedad, unos malditos. Nadie quería tener contacto con ellos. Nadie quería casarse con ellos o proporcionarles un trabajo. Eran una vergüenza andante y el recuerdo constante de la mayor humillación sufrida por el país. Para los hibakusha mejor hubiera sido morir en la explosión de las bombas.

El día de la vergüenza. Si alguien es un defensor de las armas, de armas de cualquier tipo, debería darse un paseo por el Parque Memorial de la Paz de Hiroshima y ver con sus propios ojos lo que el odio, el miedo y las armas pueden causar. Que se plantee si verdaderamente el fin justifica los medios. Si para terminar una guerra es justo y válido matar a 90.000 civiles para acabar con 10.000 militares. Si hablamos de números, ¿existe un porcentaje que justifique el uso de armas atómicas? ¿Acaso existe algo que justifique el uso de armas atómicas? 

¿Podemos justificar el uso de las armas? La fuerza, la violencia, no es más que la herramienta de los cobardes y los débiles, que recurren fácilmente a ella cuando les fallan los endebles y estúpidos argumentos que intentan defender. Si de algo me sirvió viajar a Hiroshima fue para darme cuenta de que nuestras diferencias no deberían separarnos, sino enriquecernos. Algo que las armas no pueden hacer. Algo que los ejércitos no pueden hacer. Ellos solo son herramientas de muerte.

No puedo expresar el horror que fue el 6 de agosto de 1945, pero sí puedo expresar la pesadumbre y el acongoje que me causó visitar la ciudad de Hiroshima. Una atmósfera de respeto y tristeza cubre todo el Parque, desde el Domo o Cúpula de la Bomba Atómica hasta el Museo de la Paz

Cúpula de la Bomba Atómica
Cúpula de la Bomba Atómica
Cada año, millones de japoneses se acercan a mostrar sus respetos a los muertos y su repulsa hacia los arsenales militares de países como EEUU, China o Rusia, sin olvidarnos de Francia, Reino Unido, La India, Pakistán e Israel. Dentro del Museo de la Paz pueden leerse cientos de cartas de los alcaldes de Hiroshima escritas durante decenas de años y dirigidas a los presidentes de estos países pidiendo el desmantelamiento de todas sus armas nucleares. Quizás estos presidentes deberían darse un paseo por allí y ver con sus propios ojos lo que sus armas pueden causar.

Monumento a Sadako Sasaki en Hiroshima

Por eso hoy es un día para recordar y no olvidar jamás. Hoy es un día para hacer una grulla de papel en honor de Sadako Sasaki y enviarla a Hiroshima para que su espíritu nunca caiga en el olvido. Y esperar que, algún día, la Llama de la Paz por fin se apague.

"Descansad en paz, pues el error jamás se repetirá"





Comentarios

  1. Muy emocionante y muy instructivo.
    Y no, nada justifica el uso de armas nucleares... me atrevería incluso a decir que nada justifica el uso de las armas en general. Menos aún las nucleares, que son una auténtica pesadilla en continuidad.
    Sin lugar a dudas.

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  2. Aún me da ese no se qué en el estómago cada vez que recuerdo la visita a Hiroshima...

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  3. Hay recuerdos que quedan grabados para siempre y el de aquel paseo sin apenas palabras es uno de ellos...

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