A llorar a la llorería
Es lamentable el espectáculo político del momento.
Miembros electos gritándose, insultándose, riéndose... en la Cámara donde nos representan
a todos. ¿Os imagináis que en vuestra empresa llega un cliente y durante la reunión
en la que presentáis vuestro trabajo los diferentes equipos se dedican a faltarse
el respeto unos a otros? Pues esto es exactamente lo mismo, pero pagado con el (mucho)
dinero de todos.
Todos se quejan de que el sistema favorece
a ciertos partidos que se presentan únicamente en ciertas Comunidades Autónomas.
Sin embargo, los que se quejan no hacen nada para cambiarlo, lo que los convierte
en unos hipócritas. Todos te venden que van a modificar esto o aquello sabiendo
que la propia Constitución que tanto dicen amar y respetar lo impide, lo que los
convierte en unos mentirosos. Todos hablan de la gobernabilidad y estabilidad del
país, mientras se dedican a establecer posiciones radicales y bloqueos políticos,
lo que los convierte en unos irresponsables. Todos dicen defender la separación
de poderes, el estado de derecho y las sentencias del poder judicial, excepto cuando
las decisiones que toman van en contra de sus intereses o sus ideas, lo que los
convierte en unos niños llorones con pataletas listas para cada ocasión.
A día de hoy mucha gente con la que hablo está
huérfana de opción política (aunque eso siempre pasará, ya que no existe el partido
político que represente la idea política individual, con sus matices y contradicciones),
y ello se debe a que la posición radical de unos cuantos partidos (por no decir
todos) nos ha llevado a una situación insostenible e irresoluble. Cualquier solución
es mala. Pero no tomar ninguna de las soluciones posibles es aún peor. Y algunos
solo quieren que todo arda para costrear lo que se pueda de entre las cenizas, lo
que los convierte en unos carroñeros.
Normalmente recordamos una frase sobre la democracia
que dijo Wiston Churchill, aunque se recogen las tres siguientes:
1. El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación
de cinco minutos con el votante medio.
2. De hecho, se ha dicho que la democracia es la peor forma
de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en
cuando.
3. La democracia es la necesidad de doblegarse, de vez en
cuando, a las opiniones de los demás.
Todos hemos pensado alguna vez en la primera,
recordamos la segunda pero no nos aplicamos la tercera. Tal vez todos esos hipócritas,
mentirosos, irresponsables, llorones y carroñeros deberían aplicarse también el
cuento.
A llorar a la llorería. El Congreso está para
servir al pueblo. Que no se nos olvide.
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