Hay paz sin guerra
Otra vez es seis de agosto. He hablado tanto sobre este día, sobre las bombas atómicas, sobre el holocausto, sobre la guerra, sobre los refugiados... que no queda mucho más que decir. Y, sin embargo, siempre queda algo en el fondo del tarro, aunque sea una simple frase, lo que me impulsa a escribir sobre este día.
Los seres humanos somos animales de opuestos. Explicamos las cosas contraponiéndolas a otras: luz y oscuridad, bien y mal, arriba y abajo, ruido y silencio... paz y guerra.
Sin embargo, si no conocemos uno de los dos conceptos, el otro no deja de tener significado por sí mismo. Simplemente, dejamos de valorarlo en su justa medida. Por ejemplo, el que vive en una zona de bares valora más las noches silenciosas que el que vive en una zona tranquila. Y aquel que vive en un país donde ni siquiera existen bares, no tiene conciencia de dicho problema y disfruta de su silencio nocturno, sin preocuparse más allá de eso.
Con la paz es lo mismo. Hay gente que cree que sin paz no existiría guerra y que sin guerra no existiría paz. Gran mentira. La paz existe por sí misma, se siente por sí misma y vale por sí misma. La paz la encontramos en la risa de un bebé, en la alegría de un adolescente, en la cama de un adulto y en la soledad de un anciano. La paz no es un abstracto, aunque no se pueda tocar.
Así que no creas que sin guerra las empresas de arma se hundirían, porque para empezar ni siquiera deberían existir. No confíes en nadie que defienda la guerra y las armas, porque está en guerra consigo mismo. Que no te engañen. Hay paz sin guerra. Porque la paz no es lo contrario a la guerra, sino la ausencia de guerra.
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