Aprendiendo a pisar el freno
Uno de los principios fundamentales de la Física es la inercia, esa cualidad que tienen todos los cuerpos con masa. La masa es una medida que sirve para cuantificar la inercia de un cuerpo, y está relacionada además con su peso. Pero mientras que el peso depende de la fuerza de la gravedad a la que se ve sometido el cuerpo, la inercia es una cualidad intrínseca del mismo.
La inercia es eso que nos atrapa en la cama por las mañanas y que nos hace quedarnos en casa un viernes por la noche. Es eso que te empuja a tirarte por segunda vez en paracaídas y es esa voz que te dice "la penúltima y nos vamos". Es aquello que te empuja a seguir en movimiento o a seguir tirado en el sofá.
En nuestro día a día nos vemos arrastrados por la inercia de nuestras vidas, que giran en torno al trabajo, los bares, el fútbol, las conversaciones de política en plan cuñado y el sexo de los fines de semana. Esa inercia define nuestro comportamiento y, en gran medida, nuestra forma de pensar. La inercia social es como el vagón de metro que arrastra a todos sus pasajeros, que sólo pueden bajarse del mismo en la siguiente parada.
Pero que los cuerpos tengan inercia no significa que su estado de reposo o movimiento no pueda ser alterado. Al contrario, es posible, y cada vez es más necesario. Pero como la propia Física nos indica, requiere un considerable consumo de energía. A veces hay que levantarse y gritar y empujar al de al lado. A veces hay que bajarse, incluso con el vagón en marcha. Y a veces, simplemente, hay que parar y mirar el mundo que gira a nuestro alrededor.
Así estoy yo hoy, ayer, mañana. Aprendiendo a pisar el freno. Creo que me voy a quedar aquí.
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