Hace ya 10 años
Hoy, todavía, recuerdo perfectamente aquel día. Era sábado. Tenía examen de Mecánica Analitica en la universidad. Recuerdo que copié un ejercicio, fijándome en la persona que estaba sentada a mi derecha, porque aquel último examen del primer cuatrimestre no había podido preparármelo demasiado bien. Tampoco lo entendía muy bien. Hoy ni siquiera recuerdo sobre qué versaba aquella asignatura, ni para qué servía.
Recuerdo que terminé deprisa el examen, me fui rápido para el metro y llegué al hospital casi 45 minutos después. Ya no había nada que hacer. Solo había que decidir cuánto tiempo más alargar una situación irremediable. Hicimos turnos para despedirnos. Yo fui el primero que entró. Me quedé solo, a la izquierda de la cama, mirando fijamente. Recuerdo que lloré un poco, no sé si de tristeza o de rabia. Pronuncié unas palabras duras, muy duras. Unas palabras de las que no me arrepiento y que fueron mis primeras palabras de libertad.
Luego fueron pasando los demás. Luego nos reunimos, todos llorando menos yo. A mí ya no me quedaban lágrimas. Creo que fue un enfermero el que desconectó la energía. Todo acabó en menos de dos minutos. Todo el calor y el color se esfumaron en menos de media hora. Es una cosa muy curiosa ver ante tus ojos cómo la vida se escapa de un cuerpo y sólo queda el color verde y el olor extraño del rigor mortis.
Recuerdo que estaban mis abuelos, mis tíos, la mejor amiga de mi madre y sus hijos, amigos nuestros desde hacía varios años. Me dieron palabras de ánimo y me dijeron que tenía que ser fuerte. Recuerdo que volví a casa y me duché, me cambié y luego fui al tantorio. Empecé a mandar mensajes de texto. En aquella época todavía no había móviles con internet. Hice algunas llamadas. Recibí bastantes mensajes de ánimo, algunas llamadas. Las típicas palabras. No se pueden decir muchas cosas en situaciones como ésta. Vinieron personas que no conocía: familia lejana, compañeros de trabajo de mi madre, amigas de la universidad de mi madre, amigos de mi padre.
Vinieron compañeros míos de la universidad, con los que había compartido aula aquella misma mañana. Vinieron amigos de toda la vida. Vinieron compañeros del colegio. Vinieron amigos que apenas conocía que me demostraron lo mucho que me querían en meses posteriores. Recuerdo nítidamente una conversación que tuve con una amiga mía, sobre páginas emborronadas y páginas en blanco, y que en ese momento me sentí libre.
Recuerdo que, en un momento dado, me llevaron al bar del tanatorio y me tomé una cerveza. No me apetecía beber cerveza y no me sentía animado, pero aún así lo hice. La gente trataba de levantarme el ánimo. Yo apenas podía procesar todo lo que me estaba pasando. Se hizo tarde. Alguien me llevó en coche a mi casa para dormir, no recuerdo quién. Yo entonces ni siquiera tenía carnet de conducir.
Recuerdo que me dormí rápido, porque estaba agotado. Eran casi las 02:00 de la madrugada y al día siguiente había que volver al tanatorio e ir al cementerio. No recuerdo qué soñé. Creo que fue la última noche que dormí bien. Desde entonces no he sido capaz de dormir una noche del tirón.
Lo que sí recuerdo es que aprobé aquel examen. Saqué un seis y medio.
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